El bruxismo y sus efectos sobre la salud bucal

Ese sonido sutil, a veces imperceptible para vos, o esa tensión mandibular al despertar, podrían ser señales de un enemigo silencioso que afecta tu salud bucal: el bruxismo.

El bruxismo, ese hábito involuntario de apretar o rechinar los dientes, es mucho más que una simple molestia nocturna. Aunque frecuentemente se asocia al descanso, también puede manifestarse durante el día, transformándose en un desafío constante para la salud bucal y tu bienestar general. 

Entender sus causas, reconocer sus efectos y cumplir con una visita regular al odontólogo son los primeros pasos para plantarle cara a esta condición tan extendida.

¿Qué se esconde detrás del rechinar de dientes?

Descifrar el origen exacto del bruxismo puede ser complejo, ya que usualmente responde a una combinación de factores. El estrés y la ansiedad encabezan la lista de sospechosos. Vivimos en un mundo acelerado, y las presiones cotidianas muchas veces encuentran una vía de escape en la tensión muscular, incluida la de los potentes músculos masticatorios. Cuando el sistema nervioso se encuentra sobrecargado, el cuerpo puede reaccionar de formas inesperadas, y el apretamiento dental es una de ellas.

Pero aunque el estrés es un disparador conocido, también existen otros factores: la predisposición hereditaria, algunos trastornos del sueño, y el consumo de alcohol, cafeína y tabaco, pueden contribuir a que desarrolles bruxismo. Lo mismo ocurre con el uso de drogas recreativas, y aunque menos habitual, el cuadro puede aparecer como efecto secundario de algunos antidepresivos y medicamentos para tratar el trastorno por déficit de atención e hiperactividad.

Las huellas del bruxismo en tu sonrisa y bienestar

Las consecuencias del bruxismo no se limitan a un simple ruido. La fuerza ejercida durante estos episodios es considerablemente mayor que la de la masticación normal, lo que somete a tus dientes, músculos y articulaciones a un estrés considerable.

Las secuelas más evidentes se observan en las piezas dentales:

  1. Desgaste dental: El esmalte, la capa protectora externa del diente, sufre una abrasion progresiva. Esto no solo aplana los bordes incisales y las cúspides, alterando la estética y la función masticatoria, sino que también puede exponer la dentina subyacente, una capa más amarillenta y sensible.
  2. Sensibilidad dental: A medida que el esmalte se pierde, los dientes se vuelven más sensibles a los cambios de temperatura (frío o calor) y a ciertos alimentos dulces o ácidos.
  3. Fisuras y fracturas: En casos más severos, la presión constante puede provocar pequeñas fisuras o incluso la fractura de dientes o restauraciones existentes, como empastes o coronas.
  4. Dolor y movilidad dental: Aunque menos común, el bruxismo intenso puede inflamar el ligamento periodontal, generando dolor al morder e incluso una leve movilidad dental.

Pero el impacto va más allá de los dientes. Los músculos masticatorios (maseteros, temporales) trabajan en exceso, lo que frecuentemente deriva en dolor facial, fatiga muscular, y contracturas que pueden irradiarse hacia el cuello y los hombros. La articulación temporomandibular (ATM), esa compleja bisagra que conecta tu mandíbula con el cráneo, también sufre, pudiendo inflamarse y generar dolor al abrir la boca, ruidos articulares (chasquidos o crujidos) y, en situaciones crónicas, limitaciones en la apertura bucal. No es raro que personas con bruxismo refieran dolores de cabeza tensionales, especialmente por la mañana, o incluso dolor de oído, producto de la tensión muscular irradiada.

Tu dentista: un aliado clave contra el apretamiento dental

Frente a este panorama, la visita regular a tu odontólogo adquiere una relevancia primordial. Muchas veces, sos el último en enterarte de que bruxás, especialmente si ocurre durante el sueño. Es el ojo entrenado del profesional quien, durante un control de rutina, puede detectar los signos tempranos del desgaste característico o identificar otros indicadores.

Una vez confirmado el bruxismo y evaluada su posible causa y severidad, el profesional te ofrecerá distintas alternativas. La más común y efectiva para proteger tus dientes del desgaste es la confección de una placa de relajación o férula oclusal. Este dispositivo, hecho a medida en acrílico transparente y generalmente de uso nocturno, se interpone entre los dientes superiores e inferiores. Su función no es evitar que aprietes –eso es un reflejo involuntario– sino proteger las superficies dentarias del contacto directo y la fricción, además de ayudar a relajar la musculatura y a posicionar la mandíbula en una relación más fisiológica. Actúa como un escudo protector, absorbiendo la fuerza del apretamiento.

Además de la placa, si existe una maloclusión evidente, el dentista podría sugerir tratamientos de ortodoncia o ajustes oclusales para mejorar la forma en que tus dientes encajan. En casos de daño dental ya establecido, serán necesarios tratamientos restauradores para devolver la forma, función y estética perdidas.

Es fundamental comprender que, si bien la placa de relajación es una herramienta invaluable, abordar las causas subyacentes, especialmente el estrés, es igual de importante para un manejo integral. Tu odontólogo puede aconsejarte sobre técnicas de manejo del estrés, higiene del sueño o, si lo considera necesario, derivarte a otros especialistas, como kinesiólogos expertos en disfunción temporomandibular o psicólogos.

Por todo esto, no subestimes el poder de tus controles dentales. Tu odontólogo es tu principal aliado para diagnosticar, tratar y ayudarte a controlar problemas como el bruxismo. No esperes a que el dolor o el desgaste sean evidentes: una revisión a tiempo puede salvar tu sonrisa y mejorar tu bienestar general. ¡Consultá y prevení!